Este es un espacio de reflexión personal. Quiero compartir lo que siento y pienso, el momento vital en el que me encuentro en cada momento.
No creo en estos espacios como medio de darse a conocer, pero en un momento social en el que percibo que a pocos les importa lo que le pase a cada uno, creo que es una buena herramienta para que aquellos que se interesen en otros y, en este caso, en mí, puedan saber algo más y les sirva de trampolín para que iniciemos una conversación.

lunes, 20 de diciembre de 2010

DICHOSO TIEMPO

Una reflexión se apodera de mi en las últimas semanas y la conclusión a la que llego es que necesito encontrar un equilibrio aún más exacto en los próximos seis meses. Tres esferas de mi vida, lógicamente interrelacionadas, pelean en un fulminante pulso desde septiembre, para conseguir ser prioritarias. Mi "yo", ese ego que lleva llamando a la puerta insistentemente, me pide tiempo para sí. No quiero volver a encontrarme en un estado de abandono en el que me sienta perdido, sin rumbo, triste y solo. Mi ego ha despertado de su letargo para gritar que está aquí, que llevaba muchísimo tiempo en un tercer plano y que ya quiere ser protagonista. Mis hobbies, mi sueño, mis sueños, mi descanso, mi familia, mi ánimo, mis emociones... necesitan ser parte importante de mi vida para que no vuelva a caer en la profunda tristeza y en una crisis de ansiedad que me bloqueaba a ser la persona que yo quiero ser. Pero mi felicidad no consiste sólo en tener éxito en mi carrera. El prójimo es la categoría restante que lucha, pero dividida en dos. Quizás mi timidez no me permita conseguir nuevos grandes amigos en un corto espacio de tiempo, quizás no pase el tiempo con las personas que me rodean y que me quieren o que me tienen cierto estima. Pero es que para mi la dedicación al prójimo es la ayuda a los desfavorecidos. Y los desfavorecidos a los que mejor sé ayudar son los niños. Y ahí está la nueva cuestión, la que más me hace sufrir. Hay dos espacios de dedicación al prójimo en mi vida: mis hermanos scouts, a quienes ofrezco mi dedicación de forma totalmente voluntaria, entregada y sana; mis niños del polígono norte y los bermejales, a quienes sirvo desde mi ejercicio laboral. El ego, desde las premisas anteriores, no deja espacio para una dedicación adecuada en ambos espacios. Así, mi mayor dedicación, esfuerzo y sacrificio se produce con mis hermanitos. Los amo, estoy entregado a ellos, quiero lo mejor para todos y todas, me hacen más feliz y forman parte de un proyecto del que creo ciegamente. Por contra, los más necesitados objetivamente pierden a un educador de mayor calidad. Las habilidades que tengo me ayudan a cumplir adecuadamente mis funciones, pero en el fondo de mí sé que no hago todo lo que sé y lo que puedo. Sé que ellos necesitan a un mejor Paco, necesitan una referencia, una persona de confianza, un cómplice, alguien que tenga una sonrisa para ellos y que les haga sentir y emocionarse. Sé que eso no lo tienen, que simplemente tienen a un monitor. Nunca quise ser un monitor. No quise ser un monitor de tiempo libre. Me apena conformarme en muchas ocasiones con que estén recogidos, evitando otras conductas. Siempre luché, siempre creí en la esperanza de poder ofrecer la posibilidad de tener alternativas. Pero también sé que la solución tampoco sería abandonar un poco a mis hermanitos, pues me sentiría igualmente mal, peor incluso si en ninguno de ambos espacios supiese hacerlo bien. Por eso la solución pasa por un equilibrio, aunque mientras escribo me planteo si lo que debo hacer es sacrificarme más. ¿Acaso servir no es compartir y entregarse? Dichoso tiempo. Si tuviera más horas el día.....

.... me seguiría faltando.

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