Este es un espacio de reflexión personal. Quiero compartir lo que siento y pienso, el momento vital en el que me encuentro en cada momento.
No creo en estos espacios como medio de darse a conocer, pero en un momento social en el que percibo que a pocos les importa lo que le pase a cada uno, creo que es una buena herramienta para que aquellos que se interesen en otros y, en este caso, en mí, puedan saber algo más y les sirva de trampolín para que iniciemos una conversación.

sábado, 21 de agosto de 2010

CUANDO LO PROFESIONAL TRASCIENDE A LO PERSONAL

Hay pocas profesiones en la vida que puedan llenar tanto a una persona como pueden ser aquellas relacionadas con la educación. Recuerdo que cuando me decidí por estudiar pedagogía, había en mí una intención de mejora social. Desde que empecé a tener experiencias educativas, entendí que la educación era un motor para el cambio social, fuese del tipo que fuese. Así, durante años he estado dedicándome y formándome para ser el mejor educador que yo pudiese llegar a ser, teniendo una gran diversidad de vivencias relacionadas con este mundo tan purificador. En estos años he podido comprobar cómo, a través de acciones educativas, las personas podían tener una vida más gratificante, algo que revierte directamente en la sociedad. Los scouts me han ayudado a poder experimentar cómo a través de procesos personales y educativos, gente que no se ha planteado nunca hacer nada específico por los demás para seguir su vida por los senderos individualistas que nos marca esta sociedad tan pobre, se replanteaban su vida, para ponerla al servicio de los demás. ¡Qué bello!. Pero de un tiempo a esta parte, he visitado otros habítaculos de la amplia gama de acciones que te ofrece la pedagogía y me estoy especializando en la educación social, abandonando otros terrenos educativos bonitos, pero menos trascendentales.
Pero de todo este tiempo seguido dedicado a lo social, este verano ha sido el más especial de todos. Siento que he crecido mucho como educador. Y he crecido no porque haya hecho un trabajo extraordinario, sino porque he conseguido alcanzar un nivel de crítica hacia mí mismo que me permite exponerme una serie de críticas y de propuestas necesarias para mejorar mi labor, habiendo conseguido unos resultados que hacía tiempo que no se veían en el socioeducativo del Polígono Norte. Que identifique lo que debo hacer mejor en ese contexto me gratifica especialmente.
Pero este desempeño está trascendiendo el ámbito de lo profesional. Siempre he defendido que, para ser buen educador, lo primero que debo hacer es amar a los niños. Antes de que los ame, lo más que consigo es enseñar. El instante en el que sientes que has vinculado con el grupo, con él, con ella, la magia comienza a fluir y los aprendizajes se suceden solos unos tras otros dentro de las propias vivencias del día a día, sin necesidad de talleres, actividades, juegos o dinámicas. Son las relaciones las que nos hacen crecer, las que provocan el desarrollo. Y es ahí donde el educador tiene que ser sensible. Porque no hacemos experimentos. El acto de educar se da en la vida misma de las personas. no en espacios compartimentados que no tienen relación los unos de los otros. Se aprende de la vivencia, se aprende en la vivencia. Por eso, cuando se ama a otra persona, se empiezan a suceder los acontecimientos significativos.
Yo como educador me siento mejor, y como soy persona en la que no hay espacios compartimentados, me siento mejor como persona, porque amo a mis niños, porque siento que son importantes para mí, porque confío en ellos, porque me preocupo y ocupo de ellos, porque me ayudan en la misma medida que pudiese yo ayudarlos a ellos...
Hoy los echo de menos, hoy me acuerdo de ellos, hoy soy grande por la grandeza de ellos. Y es que me han llegado hasta lo más hondo.
¡Qué bonito es sentirse locamente sano o sanamente loco!

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